Narrativa

Una inconfundible carcajada – Mónica López

Ciclo BOCANADA – Palabras de boca en boca.
Cuento «Una inconfundible carcajada» de Mónica López
Narradora: Mónica López.
IG: @estrategiaseducativas.mdp
FB: Estrategias.Educativas.MDP
Co – autora de «Secretos de sal» (junto a Andrea Chulak) y «El niño ombligo».
Contacto: talleres.estrategias@gmail.com

UNA INCONFUNDIBLE CARCAJADA 
Mónica E. López 

-Y entonces vi a la vecina de enfrente, que con una inconfundible carcajada de bruja y con una víbora agarrada del cogote se asomaba a la ventana  y se reía mirando a la luna.

– ¿Y con una mano sola le alcanzaba para agarrarle el cuello o usaba las dos?

– ¿Qué tiene que ver eso, Pitu? Te digo que tenemos una vecina bruja, estoy seguro, la vi.

– Bueno, era para calcular la medida de la boa constrictora.

-No sabemos si es una boa todavía. Pero tengo un plan para ver quién es esa nueva vecina horrible y sospechosa. Tenemos que desenmascararla y estuve pensando que…

La tardecita caía sobre el barrio. Las charlas ya suponían la interrupción,  el llamado siempre inoportuno de alguien de la familia:

– Chinoooo, a casa- llamó la hermana mayor y el Chino se levantó contrariado, aunque tuvo tiempo para una despedida:

– Pitu, mañana salí temprano. Averiguá más. Chau.

Y corrió despatarrado hacia su casa.

A la tarde siguiente, a las cuatro y media estaban los dos amigos en el banco de piedra de la casa de al lado. No había sido fácil, hubo que levantar la mesa primero, hacer los deberes después y varias cosas más para lograr el permiso.

-Dice mi mamá que las brujas…

-Pitu, te dije que averigües pero que sea secreto, ¿qué le dijiste a tu mamá?

-Nada, no le dije nada importante, pero me contó que hay tres cosas que no pueden faltar en la casa de una bruja: un gato negro, un sombrero y un caldero.

-¿Un caldero?- pensó en voz alta el Chino- ¿Una olla?

– No, caldero de tres patas. Ah y la escoba puede no estar. Tendríamos que investigar qué hay en la casa.

-¿Hasta qué hora te dieron permiso? ¿Eh?

Y partieron. El día de invierno guardaba a los vecinos en sus cocinas o en sus rincones más tibios.

Entraron por el costado, se metieron entre las plantas y en un segundo ya estaban en el desolado patio de la bruja. Hojas amarillas, marrones, una silla rota. Eso era todo.

Al lado de un piletón, junto a la puerta de la cocina, descansaba una escoba. Se miraron.

No había nadie.

El Chino no pudo abrir la puerta cerrada con llave. Entonces, se colaron por una ventana con dos vidrios rotos, pasaron justito. En la cocina, ollas sin tres patas, platos y un olor muy muy raro.

-No toques nada- dijo Pitu- despacio, miremos si está la boa antes de seguir.

De puntas de pie entraron a la sala. No se escuchaba ni un ruidito. Un sillón que había sido rojo, reflexionaba deshilachado. En un perchero colgaban tres sombreros.

Subieron la escalera quejumbrosa. Cuando faltaban unos pocos escalones, una puerta se abrió y un gato gris oscuro salió volando a puro maullido. ¿Quién lo había revoleado así?

El Chino trastabilló sorprendido y se agarró de la baranda justo a tiempo.

-Vamos Chino- dijo Pitu mientras ayudaba a su amigo- Nos vamos.

Pero en el momento en que  Pitu estaba escapando por el vidrio roto de la ventana por el que habían entrado, un resplandor hizo desaparecer la puerta de la cocina y en medio de una humareda con olor a azufre,  vieron espantados a una vieja con sombrero y sin dientes que les dijo riendo:

-Los iba a perdonar tontos, chismosos y entrometidos, pero no pude.

-Señora, estábamos buscando a nuestra gata- dijo Pitu.

-Y ya verán lo que les pasa- dijo mientras lanzaba una carcajada de hielo y vinagre.

-En serio buscábamos a nuestra gata Hermione- insistió.

Y entonces la bruja al escuchar ese nombre se dobló en dos herida,  se retorció como si la hubiesen envenenado y se cayó al piso mientras decía:

-No me nombres a esa farsante. ¿Qué han hecho? ¿Qué me han hecho?

El Chino creyó que era el momento de esfumarse. Salieron como flechas, corrieron como liebres, se refugiaron como murciélagos del sol. Hasta que después de unos segundos, a salvo y con la respiración aún enloquecida, detuvieron su carrera en el altillo de la casa del Chino.

-¿Quién es Hermione, Pitu?

-No sé, mi mamá me dijo que las brujas no la quieren a Hermione. Y me acordé.

No era tarde, pero había un silencio extraño. Los amigos se quedaron callados. Entonces, una voz rara, se abrió paso desde lejos y con un chillido inconfundible dijo tal vez a ellos solos, tal vez a todos:

-Cada uno es lo que es y aunque pierda una vez no olviden nunca que una bruja ¡es y será por siempre una bruja!

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